Recuerdos de lluvia enmarcados en barro

Siempre me llueve el 21 de septiembre. Aunque sean cuatro gotas. El día después de llegar a Sevilla, en dicha fecha, me llovió un poco. Siempre el día que entra el otoño. Hace unos años salía, paraguas en alto, a pasear y disfrutar de las primeras lluvias de la nueva estación. Este año no podía ser de otra forma. Soy un animal de costumbres, aunque esta sea una pura y otoñal casualidad. Por lo general la lluvia no me vuelve loco, pero ese día en concreto me encanta. Es un agua que dice "ya estamos aquí otra vez".

Creo que nada me ha inspirado más que la luz de las farolas reflejarse en la calle en ese suelo mojado. Creo que si tuvieran que ponerle un fondo de pantalla al escritorio de mi vida, sería ese. Creo que yo soy eso. Un reflejo de un tiempo nuevo, que deja atrás con nostalgia lo que hubo antes, pero que intenta que lo nuevo reluzca con la belleza de lo cotidiano, que es todo lo que tiene.


2 comentarios:

  1. antemil dijo...:

    Algún día podré hacer una fotografía como esa, espero.
    Los días de lluvia, sobre todo sin la presencia del astro rey, son un deleite para los ojos. Y si tienes la suerte de poder pasear con un pavimento empedrado levemente cubierto por agua, reflejando con cierta nitidez los focos de tenues farolas, luces de neón y halógenos de algún que otro establecimiento, serás testigo de uno de los más bellos juegos de luces y sombras de la ciudad.
    Saludos.

  1. Vaya par de maricas que estais hechos los dos.

    El agua moja, coño, y en septiembre aun andas en calzonas y dices "coño que frio" y llega la epoca de los resfriados.

    Toma amable respuesta ogrosa :P

    Saludos nenes.

 
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